¿Sabes de dónde nace la tradición de beber vino?

La historia del vino tiene conexión con la historia de otras actividades humanas, como la agricultura, o gastronomía y éstas están más conectadas a las actividades de diversión de distintas civilizaciones. 

El vino es procedente del zumo de la uva fermentada y es una bebida alcohólica. 

Existen muchas evidencias arqueológicas, de las que se deduce que las producciones de vino más antiguas provienen de una extensa área que abarca Georgia e Irán. Desde el 8000 al 5000 a.c

Los primeros cultivos de la uva, ocurren en la edad de Bronce, cerca del oriente próximo, y el antiguo Egipto.

Muchas de las grandes culturas del mediterráneo, como también oriente próximo, reclaman para ellos el invento del proceso de vinificación, y atribuyen su descubrimiento a un héroe local o una divinidad. Por ejemplo, en la cultura judeocristiana, aclaman como inventor a Noe. 

El caso es el que comercio y la expansión de algunas culturas e imperios ha hecho que el vino y la forma en la que se cultiva, se expanda por todo el mundo, adaptándose a nuevos sabores y aromas…

¡El vino también es cultura!

La vinculación del vino con los griegos y la cerveza con los bárbaros no solo tenía que ver con el sabor o los efectos etílicos que producían ambas bebidas, sino también por las dificultades que entrañaba elaborarlas. El vino, indudablemente, era mucho más difícil de obtener que la cerveza, como explica Tom Standage en La historia del mundo en seis tragos;

La fruta es estacional y se estropea con facilidad, la miel silvestre solo estaba disponible en pequeñas cantidades y ni el vino ni la hidromiel podían almacenarse durante mucho tiempo sin cerámica, que no surgió hasta alrededor de 6000 a. C. La cerveza, en cambio, podía fabricarse a partir de las cosechas de cereales, que eran abundantes y fáciles de almacenar, lo que permitía elaborar cerveza de manera fiable, y en grandes cantidades, cuando era necesario.

También los griegos pretendían establecer claras diferencias de clase y de posición intelectual entre los bebedores de vino y los de cerveza, hasta el punto de que, en ocasiones, se elaboraban teorías un tanto descabelladas, como esta que J. C. McKeown copia literalmente de Aristóteles en Gabinete de curiosidades romanas:

Los que se emborrachan de vino caen de bruces, mientras que los que han tomado la bebida de cebada (cerveza) echan la cabeza hacia atrás, puesto que el vino produce pesadez de cabeza, mientras que la bebida de cebada es soporífera.

Como explica Tom Standage en La historia del mundo en seis tragos: «La difusión del consumo de vino prosiguió en tiempos de los romanos, la estructura de cuya jerárquica sociedad se reflejaba en una estratificación minuciosamente calibrada de vinos y clases de vino». Con todo, la variedad de la época sería extraña para nuestro paladar, porque aquel vino solía mezclarse con agua (incluso de mar) y otros ingredientes, como frutas, miel o especias. Algo así como el calimocho o la sangría.

El vino es cultura que se transmite a través del paladar y que engrasa las relaciones sociales y abre la mente de par en par. Por esa razón, el vino no solo debe consumirse, sino considerarse un patrimonio cultural digno de estudio, exhibición y admiración, y también debe engarzarse con otras obras de arte.

Fuente: Wikipedia y Jot Dow